viernes, 4 de febrero de 2011

Domingo Cid

Sí, yo antes me peinaba, tenía las patillas igualadas y la raya al lado. Una perfecta linea curva de pelitos rodeaban mis orejas. Yo antes, claro, me peinaba con agua y con un peine rojo de púas separadas.
Ahora no sé dónde ir. Soy un hombre despeinado. Hay jóvenes sí, jóvenes calvos de tatuajes en los brazos que te cortan el pelo a máquina por 12,50, hay cuñadas, esposas, personas de buena voluntad... Pero no hay más Domingo Cid.
Mi peluquero ha muerto. "Cerrado por motivos personales". Y esa frase ha recorrido mi fantasía a diario. Imaginaba por ejemplo que mi peluquero ya era millonario, contratado por alguna Lady Gaga había triunfado. El éxito merecidísimo había llegado a su humilde peluquería. Pensaba que tenía que buscarle entonces en las sofisticadas peluquerías caninas, o de señoras, de la élite del color y del rizo definido. Pero mi peluquero, mi sueño infantil, ha muerto.
Me lo dijo el sacerdote. El sacerdote que puso nombre a su hija, Elena. A la hija de la que tanto Me hablaba Domingo y las mismas preguntas mientras recortaba mi flequillo ¿Vas bien en tren a la universidad? ¡Supongo que se sacará el curso, ella está estudiando mucho!
Me acuerdo mucho de ti cuando me miro en un espejo. Espejo de la peluquería que siempre me devolvía tu imagen canosa y peinada. EL mundo era mundo mientras tu alzases tus tijeras llamándome así para siempre: "¿Cómo te corto el pelo chavalote?

3 comentarios:

Literato morboso dijo...

Yo también tengo recuerdos parecidos de mi peluquero de antaño. Siempre recordaré la forma en la que me inclinaba hacia adelante la cabeza con los dedos para pasarme la navaja por la nuca y afeitarme la pelusilla. ¡Me daba un gustito el cosquilleo que me provocaba...! Ahora soy yo el que me corto el pelo en casa. Con mi propia maquinilla eléctrica, al 4, igualado por todos los lados. Pero el gustito aquel ni lo huelo, claro. Y es que no es lo mismo.

Pamela Bram dijo...

La muerte llega y es todo.

xxxxxxx dijo...

yo nunca quise tener el pelo rizado

cuando era pequeño iba con mi madre a las peluquerías y señalaba una foto gigante, quiero que me corten el pelo así, no puede ser, niño, tú tienes el pelo rizado, y yo no entendía por qué un peluquero no podía hacer lo que yo deseaba, mi pelo rizado era algo que sólo se podía cortar de una manera. En cuanto tuve la madurez suficiente y unos ahorrillos compré una maquinilla eléctrica y dejé de señalar fotos imposibles. Esto es lo que hay Manolo, haz lo que puedas.

Por aquel entonces empezaron a llamarme cabeza nido.

Un abrazo Arturo.